viernes, 15 de mayo de 2009


miércoles, 13 de mayo de 2009

Retrato robot


La película


El próximo 29 de mayo llega a España la versión cinematográfica de 'Los hombres que no amaban a las mujeres', la primera entrega de la trilogía Millenium, que ha arrasado en las librerías de todo el mundo.
El escritor sueco Stieg Larsson es el responsable de está exitosa saga de novela negra, protagonizada por el periodista Mikael Blomkvist y la particular investigadora Lisbeth Salander. Por desgracia, Larsson no vivió para ver el fenómeno en que se ha convertido su obra y murió repentinamente en 2004 poco después de entregar los manuscritos a su editor sueco.
La historia está centrada en la desaparición, hace 40 años, de Harriet Vanger, una joven miembro del poderoso clan Vanger, que desaparece sin dejar rastro durante una reunión familiar.
Su cuerpo nunca se encontró, sin embargo su tío está convencido de que fue asesinada y de que el asesino es un miembro de su propia familia, una familia unida y a la vez disfuncional. Por ello contrata a Mikael Blomkvist, periodista caído en desgracia, para que investigue el caso.
Dirigida por Neils Oplev, la película está protagonizada por Michael Nyqvist es quien da vida a Mikael Blomkvist en la gran pantalla. Noomi Rapace, por su parte, encarnará a la particular Lisbeth Salander, un personaje que, sin duda, deja huella

martes, 12 de mayo de 2009

La rabia de Stieg Larsson


"Ninguna cadena es más fuerte que su eslabón más débil", razona Sherlock Holmes en uno de sus casos. Siglo y pico después, Lisbeth Salander, la insólita investigadora que protagoniza junto al reportero Mikael Blomkvist la saga policiaca Millennium, lo parafrasea con una fórmula acorde a los tiempos: "Ningún sistema de seguridad es más fuerte que su usuario más débil". Salander acaba de violar la protección de los ficheros de la policía, colándose en el ordenador personal de un descuidado fiscal que guarda allí todos los informes sobre ella.
La investigadora Lisbeth Salander es huraña y salvaje, y no confía en la ley
Los personajes se mueven en el lado oscuro de la modélica Suecia
Quizá sea este original y perturbador personaje la principal baza de las novelas del sueco Stieg Larsson, el autor de la serie Millennium, cuya primera entrega, Los hombres que no amaban a las mujeres, acaba de aparecer en España, editada por Destino. Salander (veintitantos años, metro y medio de estatura y 42 kilos de peso) es una hacker de pavorosa inteligencia, capaz de meterse en el disco duro de cualquiera y vaciarle sin ningún remordimiento la intimidad si cree que resulta necesario para alcanzar sus objetivos. Los psiquiatras que la han tratado desde pequeña la califican como una sociópata con rasgos psicopáticos; lo cierto es que es huraña, salvaje y vengativa. No tiene la más mínima confianza en la ley ni en las autoridades, y en su biografía hay motivos sobrados para ello. Por tanto, aplica sus propios métodos, sobre la base de un particular e inmisericorde sentido de la justicia: "Nadie es inocente. Sólo hay diversos grados de responsabilidad".
El azar la lleva a indagar un oscuro asunto (la desaparición de una joven de rica familia, ocurrida 30 años atrás) junto a Mikael Blomkvist, un periodista en horas bajas tras haber sido condenado por difamación a raíz de un reportaje para el que le han suministrado información falsa. Blomkvist es cuarentón, idealista, padre divorciado y desastroso (así lo reconoce él mismo) y un incorregible mujeriego al que las mujeres utilizan de forma reiterada. También Lisbeth.
Este extraño y desparejo dúo ha arrasado ya en Suecia, Noruega, Dinamarca, Francia y Alemania, y amenaza con extender los estragos de su irresistible encanto al Reino Unido y Estados Unidos. En Suecia ha vendido tres millones de ejemplares (para una población de nueve millones de habitantes). En Francia ha superado el millón. Y lleva decenas de semanas copando los primeros puestos de las listas.
Sin duda, la fuerza simbólica de estos personajes, y su capacidad para conectar con muy diversos lectores, incluidos los jóvenes, explica una buena parte del boom Larsson. Pero además tiene alguna culpa el indudable oficio de un narrador riguroso y eficaz, que sabe mantener con solvencia varias líneas de acción sin que el lector pierda nunca el interés ni el hilo en ninguna de ellas. Y tampoco es ajeno al fenómeno el territorio en que se mueven las pesquisas de Salander y Blomkvist, el lado oscuro de la modélica sociedad sueca, donde tienen lugar todas las abyecciones imaginables: violencia sexual, prostitución de menores, corrupción pública y privada, etcétera. Al enfrentarse a todos estos asuntos, Larsson, a través del quijotesco Blomkvist y la implacable Salander, ofrece un discurso moral explícito, que constituye, sin duda, una intención principal de su obra. Pero a la vez exhibe ante el lector un material bronco y escabroso, a cuyo morboso atractivo para muchos no debieron ser del todo ajenos sus cálculos como novelista. Dicen que siempre estuvo convencido de que Millennium sería un éxito.
Por desgracia, no llegó a verlo. Stieg Larsson murió víctima de un infarto masivo el 9 de noviembre de 2004, con tan sólo 50 años, cuando ya había terminado las tres primeras novelas de la saga y acababa de cerrar con la editorial Norstedts el acuerdo para publicarlas. Todas ellas vieron la luz póstumamente, entre 2005 y 2007, generando una riada de coronas en derechos de autor que al morir Larsson sin hacer testamento ha ido a parar a sus herederos legales: su padre y su hermano, Erland y Joakim. Y aquí está la historia detrás de la historia, casi tan impactante como las propias novelas: Larsson, que percibía unos modestos ingresos como redactor jefe de la revista Expo, dedicada a investigar movimientos de intolerancia organizada, llevaba 32 años unido afectivamente a una mujer, Eva Gabrielsson, con quien no había llegado a casarse, entre otras razones, para preservarla de las amenazas que recibía a causa de su trabajo. Eva, que compartió la vida y las penurias del autor, manteniéndose a su lado hasta el día de su muerte, se vio de repente sola y sin derecho, por carecer de vínculo conyugal, a percibir un solo céntimo de los jugosos beneficios generados por los libros a cuya gestación había asistido desde el principio. La situación no sólo produce asombro, sino que resulta paradójica, habida cuenta de la declarada militancia de Larsson a favor de los derechos de las mujeres. Gabrielsson dice que ha sido vilmente marginada por unos familiares con los que el difunto apenas mantenía relación y que sólo están interesados en cobrar el dinero, para lo que no han dudado en consentir incontables manipulaciones y alteraciones en los textos y una abusiva explotación comercial de la obra más allá de la voluntad del autor, incluida la cesión de derechos audiovisuales a una productora que ya está rodando la primera película basada en la saga.
A estas acusaciones se oponen tajantemente los editores, que sostienen que en todo momento han procedido en la edición y la explotación de la obra conforme a los deseos que el autor manifestó antes de morir, y que el asunto de la herencia es una cuestión familiar en la que no pueden inmiscuirse, debiendo limitarse a tratar, a efectos contractuales y económicos, con los herederos legales. En cuanto a éstos, Erland Larsson se defiende alegando que no han hecho sino ejercitar los derechos que la ley les concede, que es una falsedad que mantuviera con su hijo una relación distante, y que si no han llegado a un arreglo con Gabrielsson ha sido por el "carácter difícil" de ésta y porque no admitía otra solución que ser ella quien dirigiese todo, cuando no se encontraba en condiciones psíquicas para hacerlo.
Después de leer los libros, escuchar a unos y a otros y recorrer Södermalm, el apacible barrio residencial donde viven Blomkvist y Salander (no lejos de donde vivía el propio Larsson), se le queda a uno una amarga sensación. Más allá del fenómeno editorial, hubo una vez un hombre que, como evoca Eva Gabrielsson, escribía desde la rabia y no sólo para entretener. Al parecer tenía pensadas otras siete novelas, y parte de la cuarta ya escrita en el ordenador portátil que Gabrielsson se ha negado a entregar a la familia. Por estas tranquilas calles de Södermalm vaga su espíritu indómito, que también pervive en la divisa de su heroína Lisbeth Salander: "Antes morir que capitular".

lunes, 11 de mayo de 2009

Lisbeth Salander se corona como nueva reina de Suecia


No importa que la princesa Victoria informe por Youtube del enlace matrimonial con su novio, el propietario de un gimnasio: la nueva reina de Suecia es Lisbeth Salander. O Noomi Rapace, la actriz que brillantemente interpreta a la hacker anoréxica, independiente, queer y turbulenta heroína de la serie Millennium, de Stieg Larsson.
La noche del viernes sirvió de escenario para el estreno de la primera película realizada a partir del boom editorial que engendró el difunto periodista y autor sueco. Si a la gente de Estocolmo le encanta hacer cola, aún más comprar entradas por Internet, así que hace ya un par de meses era posible conseguir entradas para Män som hatar Kvinnor (traducido al español como Los hombres que no amaban a las mujeres, aunque su traducción literal sería Hombres que odian a mujeres). El resultado fue un clamor: un lleno absoluto de los lectores-admiradores de Larsson en todos los cines donde se proyectó la película.
El filme que traslada al cine la obra de Larsson -un auténtico fenómeno editorial en toda Europa- ha despertado el interés constante por parte de la prensa sueca desde su gestación. La noticia de que Michael Nyqvist, uno de los grandes actores suecos, interpretaría al audaz periodista Mikael Blomkvist apareció en la portada de todos los periódicos suecos, pero fue la adjudicación del papel de Lisbeth Salander a la joven actriz Noomi Rapace lo que generó una auténtica histeria colectiva.
Rapace, una intérprete procedente del mundo del teatro, se convertía en Lisbeth Salander, la nueva heroína de Suecia, el ejemplo para los jóvenes suecos deseosos de cambiar el mundo o vivir la vida siguiendo sus propias ideas. Lisbeth, la chica supuestamente inofensiva que puede con todo pero no deja de ser ella misma. Lisbeth, la cara del nuevo feminismo. Lisbeth, lista, inteligente, atractiva, mordaz, depresiva, auténtica, dura, fría, calculadora, emocional, débil y fuerte a partes iguales...
Si Stieg Larsson retrató a Lisbeth Salander como una chica pequeña, bajita, delgada y fumadora empedernida, la Lisbeth que encarna Noomi Rapace es también baja, pero extremadamente fuerte. Sus músculos, tatuajes y piercings sorprenden incluso al mismísimo Mikael Blomkvist, que en la película deja de tener relaciones sexuales con todas las mujeres para concentrarse en sus investigaciones y en la propia Lisbeth. Lisbeth Salander se convierte en la protagonista indiscutible de esta historia cinematográfica. Al mismo tiempo, el elenco de actores de Millennium es de lo mejor de Suecia. Todo el público reconoce sus caras, sabe de sus trayectorias y se identifica con ellos.
Los paisajes, la filmación y la producción huelen a un producto perfectamente logrado, pero algo hace que la película no sea más que eso: una buena película. La gestión de derechos para la producción de la trilogía en Suecia se realizó antes de que los libros de Larsson fueran el bombazo global que han sido. Y se quedaron cortos en la negociación: el primer filme se estrenó el viernes, pero los dos siguientes se presentarán directamente en la televisión. De hecho, las dos horas y 30 minutos de esta primera parte respiran algo de serie televisiva. Serie de calidad, con buenas interpretaciones y localizaciones, pero la sombra de la televisión planea sobre la película, alejándola del gran producto que podría haber sido.
Todos los temas que Larsson quería tratar en su multimillonaria trilogía aparecen ya en la primera película, por ejemplo la caza de los nazis, primera y última razón de ser de Expo, la revista donde trabajaba Larsson. Ésta sirvió de modelo para Millennium, siendo la versión literaria y ahora la cinematográfica el detonador del impacto social que Expo no es. No obstante, aunque el número de suscriptores no haya crecido exponencialmente después del éxito de los libros, la revista sigue en su empeño incansable en señalar las conexiones entre la alta industria sueca y la ultraderecha. También, un nuevo feminismo se apodera de la pantalla, aunque sin la precisión que encontramos en los tres libros, así como una voluntad de investigar los trapos sucios que hay detrás de esa sociedad del bienestar que sigue definiendo a Suecia.
Como país exportador, Suecia guarda más tesoros para aquellos que se atrevan a publicar novedades editoriales de autores previamente desconocidos. Larsson puede consumirse ya en libro y cine, pero otro gran producto espera ser acogido en España: si ahora el interés se centra en la chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina, los próximos pueden ser los niños vampiros de Lât den rotte komma in (Dejad que el elegido entre), la novela de John Ajvide Lindqvist en la que el drama social de extrarradio de los años ochenta se mezcla con vampiros, personajes andróginos, mobbing, pedofilia y mucho frío. La película, dirigida por Thomas Alfredsson, ha sido además recibida como una verdadera revolución dentro del género de terror. Las apuestas están abiertas...

Hola Lisbeth

Hola, sé que tarde o temprano leerás ésto. Espero que cuando lo hagas te encuentres bien.
Ayer terminé de leer tu segunda aventura y no puedo dejar de pensar en tí.
Te he dejado malherida en la granja de tu padre, menos mal que te ha encontrado Mikael y espero que no haya llegado demasiado tarde.